martes, septiembre 10, 2013

 
 
MIS MUJERES
 
 
 
Hablar sola me ha enseñado a discernir, a querer saber y a darme permiso. Me impulsó a escoger, a entender las respuestas en una inestable reunión de acotaciones que me piensan y me proyectan como una búsqueda, como un libro ávido de lector, como una flor que se entorna en busca de luz.
 
Hablar sola en algunas ocasiones se convirtió en una amena charla de un grupo de mujeres que se alojaron como terratenientes de un mismo cuerpo. Niñas, señoras y abuelas que dejaron su semilla viviente a través de generaciones y que salen ávidas y ansiosas de rebelarse y convencer a las otras de sus certezas y realidades. 

Hablar sola me permitió caminar mi interioridad, a darme cuenta que debía atender y amar a esas mujeres que gesticulan, que pelean, que besan, que se esconden y que juegan. A reconocer que soy un desenlace, el resultado final de muchas vidas juntas, de sus silencios y charlatanerías, de sus monólogos absurdos y de la obligada responsabilidad de prestar oídos a mis hermanas: a la honesta y a la perversa, a la ingenua y a la violenta, a la tímida y a la puta, a la pacifista y a la guerrera. 

Hablar sola me descubrió y develó secretos que nunca quise exteriorizar, palabras inesperadas e inoportunas que salieron como quien comenta una obviedad fuera de tiempo y lugar. Como el usual intercambio de pregunta y respuesta que mantengo con un perro, con un árbol o con Dios en mis paseos matutinos. 

Hablar sola ha molestado a testigos involuntarios de mis soliloquios y enfadó otro tanto con interpelaciones y comentarios tardíos e inexistentes (...inexistentes para los demás, era claro que hablaba conmigo)

Hablar sola me puso en ridículo, me expuso con vergüenza en circunstancias donde la reserva de palabras era necesaria e imprescindible.

Hablar sola es parte de mi, porque me creo y me disparo con una idea que probablemente no sea mía sino de alguna de mis mujeres. Porque enuncio y me sirvo de mi misma, porque me solvento y me aclaro en esta bochornosa y bendita manera de fantasear con mis suposiciones, con mi pasado, con mi presente y con la ilusa convicción de creer que adivino mi futuro.
 
 
 
 

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