martes, septiembre 03, 2013



¡SAL!



Viértete despacio y rezuma los aromas que me quieras regalar.
Hazlo lento y reposado pues seré cuenco donde sueltes los lamentos que no sepas aliviar. Vuélcate como si fuera por primera vez, como teniendo la seguridad que pisas firme, que habrá espacio suficiente ahora que te animas a arriesgar.
Grita con bravura hasta que la voz se haga eco en el pecho y debas soltar de la mano esa liga funesta y obstinada que te agravia y te agrieta de dolor.
¡Sal!
Escucha, comprende, perdona.
Llegó la hora de vislumbrar un nuevo camino, llegó la hora intuida, el momento fecundo para ser quien quieres ser.



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