GUERRERA
Me detuve súbitamente y apoyé la vieja maleta desertora a un costado, torcí mis continuos pensamientos de fuga inminente y me entregué como una guerrera a ese alboroto de reclamos que me invitaban a pelear, a sucumbir a la lucha que golpeaba y provocaba sin siquiera haberlo preparado.
Me llamaron y no pude hacer más que tomar mis armas e internarme a batallar y aunque me sentí en inferioridad de condiciones por haber perdido en algún confuso episodio mi incisiva capacidad de lastimar, tuve que arrimar los recuerdos y la puntería para encaramarme a dar ese anhelado golpe de gracia.
Todo estaba en pugna en la arena y ya sintiéndonos cansados dejamos los escudos y las municiones para notar que no había cadáver por sepultar, sólo algunas heridas leves de ésas que se curan con un poco de amor y algunas otras un tanto profundas y sangrantes que cerrarán finalmente, pero que llagarán por siempre en lugares en donde no es posible cerrar con vendas.
Algo ha cambiado y ahora se respira mejor, quizá los rugidos de la contienda entumecieron mis deseos de saltar, de salir, de partir. Quizás...
Mágicamente pude callar y concederme el permiso para contemplarte, para escucharte y para saber que la sensación es nueva cuando la palabra es clara, que la voz se transforma y se enlaza cuando la verdad llega y me invita a quedarme quieta y a rendirme.
No, a rendirme no.
Sólo a permanecer serena, amante y abierta mientras dejo que los aires de tu valiosa esencia mojen mi cabeza y la mantengan en calma.
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