lunes, mayo 13, 2013

 
 
YIRA
 
 
 
Deja de respirar y espera.
La piedra que duele en los hombros irá diluyendo su intransigencia y retornarás a aquella figura volátil e irreverente que se mofa de sí misma, que se aventura, que se olvida, que pelea. 

¡Excúlpate mujer! ¿Por dónde anduviste vagando que los pelos se enmarañaron, las manos se te aceraron y los tacos se desgastaron?
Ay de ti hembra rebelde que no te cansas de errar, de
tantear, de alucinar.
 
Qué haré contigo ahora que el sacudón no cesa de tambalearte, ahora que los ojos te explotan y se anegan de dolores, ahora que el olfato perruno parece querer desistir de su ávida savia callejera, para dormir en la muda circunspección de la templanza.
 
¿Dónde dejaste las gracias que viniste compungida y despoblada de abrazos? Deja que la ladina tenebrosidad de la noche se apague en ti, perfúmate de oscuridad e ilumina la longevidad de tu estrella, o acaso debería recordarte que eres mujer que ama, que paga, que acaricia, que idolatra. Que eres discípula que escucha, que respeta, que traspasa.
 
Las demandas serán gritadas a los vientos así que empieza a soñar de una vez. Ya no quiero verte allí sentada y perdida esperando que risas hipnóticas te saquen de la gatera y curen tus grietas. ¿A qué le temerás tu que vienes adoctrinada de vías, de rondas y espadas cansadas?
 
Muere ahora mismo y resucítate que enormidades te esperan dormidas en el pecho ¡Vamos no llores más! Me dan náuseas tus miedos, tus encierros, tus nostalgias. Vuélvete hacia adentro y mira que ya estamos viniendo en tu auxilio. ¡Sonríe pequeña, sonríe! Que deslumbrantes lunas nuevas vienen avanzando hacia tu cielo.
 
 
 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario